Por fin después de un trayecto agotador en vías públicas llegué a mi hogar, situado en el principio de un camino. Un hogar realmente acogedor, su porche con sillas de mimbre y una mesa pequeña. Saqué las llaves de la maleta y fui a abrir la puerta pero una voz me detuvo...
- Hola! -dijo una mujer con una sonrisa muy apacible mientras se acercaba. -Soy la propietaria de la casa de al lado, eres la veterinaria no?- me estrecho la manó.
- Si, Miriam un placer.
- Igualmente, yo Christina. Cuando necesites algo ya sabes esa es mi casa.
- Lo mismo digo si necesitas algo, gracias.
- Bueno voi a dejar que descanses, hasta otra!-se despidió i fue de vuelta a casa.
Abrí la puerta y lo primero que hice fue echarme en el sofá, estaba tan agotada que me dormí.
Cuando me desperté me puse a arreglar la ropa en cajones y ver cómo era mi nuevo hogar.
En la entrada un mueble de madera clara con un espejo encima, luego pasaba a un salón-cocina separado por una barra americana muy característica. El salón amplío con una chimenea de leña, según dicen el invierno es muy gélido y la chimenea era muy confortable. Ese salón tenía un gran detalle que me encantó, un gran ventanal en el que podía ver la llanura y algún ganado que otro pastando, era verdaderamente precioso.
Cogí la maleta dónde llevaba toda mi ropa y subí las escaleras a el piso de arriba que es dónde estaba mi habitación y un baño pequeño.
Mi habitación no era muy grande, para mí sola estaba muy bien con su cama, al lado una mesita de noche y una cómoda dónde me puse a guardar la ropa.
Oí el timbre sonar y bajé para abrir.

- Hola Christina.
- Hola, me preguntaba que si te apetecería ir a una cafetería, así de paso te enseño cómo es la ciudad y ya no vas tan perdida.
- Claro, vamos.- cogí las llaves y me fui con Christina a la cafetería.

Christina era una chica muy simpática, siempre estaba sonriendo no parecía muy mayor, tenía el pelo castaño oscuro, la piel un poco pálida y unos ojos grises como si tuvieran humo en su interior, eran verdaderamente bonitos. Tuve bastante suerte con tenerla de vecina, se ofreció a enseñarme un poco la ciudad y eso me motivo a la hora de adaptarme a ese estilo de vida que yo no conocía. 
Me llevó a una cafetería que estaba a la otra parte del pueblo, fuimos en su coche, yo carecía de uno, más adelante cuando tuviera suficiente dinero me compraría uno para no tener que ir a pie a la clínica.
Llegamos a la cafetería nos sentamos pedimos unos cafés y nos pusimos a charlar.
- Te gusta este pueblo?- me preguntó Christina.
- Sí, se ve muy tranquilo y es muy bonito.
- La verdad es que sí, es tranquilo y esta cerca de la ciudad se puede ir perfectamente andando.Tienes suerte de tener la clínica cerca.-me dijo ente risas.
-Si, porque carezco de coche y sería un ajetreo total ir todos los días cogiendo las vías públicas.
- A que te dedicas? - le pregunté.
- Bueno no me dedico a nada específico, ayudo a mi hermana .-apartó la mirada y suspiró. La noté incomoda cuando me dijo eso, pensé que le molesto mi pregunta aunque no entiendo el porque...
- Ocurre algo?- le pregunté.